Para Betito, ese tipo que nunca sobra

Es María Zulema una mujer vieja, ya entrada en años, antigua, inclinada, torcida por el viento y la gravedad Zulema. Beto no (en lo que a edad refiere, tampoco en otras cuestiones que a la vez son muchas pero no tantas en el fondo no tantas, no tantas). Él más joven, accionista de aventuras, compases compuestos y melodías repetidas con un sostenido acá, jazz que avanza, un trino de cuatro tiempos allá, ah, sí, digo, claro, justito antes del acorde disminuido y quebrado de una vez el hastío, che, ataque, estocada, golpe de efecto a la sensación triste de que ya este todo irremediablemente dicho, armonías do mi sol, fa la do, sol si re.

Y haría falta decir Beto la conoce tan bien a la vieja que ni cuenta se da cuanto tanto tantísimo mucho la conoce Beto. Encuentra él entonces formas exactas de pedir a Zulema lo que siempre sabe y le pide, grita al fin: - ¡Espero andes de puta madre Zulema!- , o – ¡Se va a los remil carajos viejita!- justo justísimo antes de acercarse y ansiar alguna historia de la boca de Zulema, un pedazo de cielo tormentoso, un azúcar púrpura de tramas, canción, tibieza y silencio.

- ¡Pero sié loco Alber mijo! –Zulema - Io me quiebro, vió usté io no pué con el Alber que así com así me dí tale barbaridà jé jé, ia lo vé enton pué lo siento aquiita al regaz mi buen Alber él quieristoria de viejo viejo lo que yó sé le digo: "bué mijo, no se estrañe si invento un pòmi niño ia no seré io la Iosefa de ant"

Los cuentos se repiten uno a uno los cuentos son siempre iguales en el fondo todo muy por lo bajo lo mismo, los cuentos relatos también. Moralejas que no varían si las hay porque es cierto tantas veces se habla de cantinas con caña paisanos con pocas pulgas, y es todo el levantarse de uno, cuchilla faca hasta el fondo del vientre que muere, fin de la historia y poco nada queda por masticar pasto seco, pasto seco.

Ia ve quentra Moreira mi Alber, lo vé, puñel en man mi Alber, una car pà rajà la nube, el juan abré puñe al paso, ma que puè decí si su mirà una muerte

Beto termina por adorar la historia, cada una cada letra cada historia es a Beto un campo suave de alfombras y mantas, la pesquisa dormida, el refusilo agotado. El caer de la noche obliga las despedidas y Beto saluda ceremonioso, las manos buscando las manos y la vieja es toda la dicha retorcida en arrugas porque sabe esto ha sido gran cosa para el recuerdo, de ella de Beto de su historia que ahora se escapa pegada a un oído.

Es de noche, no hay noticia en tal recuento, lo negro: negro aquí , en lugares otros que no son aquí. El calor también hastío en lugares tantos que tampoco aquí. Piensa Beto algunas de estas cosas, pero es un callejón sin conclusiones se dice, de pronto despierto notando que lo dicho por Zulema encierra mil asuntos más profundos que el paradero de la noche o de las gotas, un atisbo de anarquismo, una crítica exquisita a convenios e instituciones que a cara lavada es la historia de dos borrachos en Berazategui, de un lobo atacando cada martes, cada estancia en Banfield, en Villegas, en Los Hornos.

- ¿Qué me queda sin los versos? – se dice Beto, y quema textos, y quema estrofas, y escribe, (también),

algun que otro libro de poesía.

0 comentarios:

Publicar un comentario

BiciSendas...

Estamos vivos y es lo unico que necesitamos para empezar. J.Leeds