Una historia breve que incluye insectos, un aula, ese tipo de cosas.,,



De modo que no hace falta mucho, ya va que el mosco da la vuelta al brazo que lo intenta alejar con un espasmo y un arco, el joven continua con la vista fija en el color rojo del pelo que brinda la chica, suave su mirada dirigida al disertante que comienza un nuevo tema y pide opiniones a la sala, pero el mosco ya está algo más lejos, acróbata se deshace en una vuelta de ocho, atraviesa una mano alzada hacia el vacio y se derrumba en picada, cae, demorando el suspenso antes de tensar su cuerpo oscuro en un arco y subir entre las sillas hasta la altura de los hombros, zetas y zetas y el hombre de barba se empecina, en su nariz el mosco, libre el mosco raspando la dermis y el riego del golpe directo en la cara lo obliga al sacudir, el cuello en vaivén y el joven apoya su codo derecho y descansa su mirada en el millar de alambres colorados que bailan libres con cada línea escrita en el cuaderno de apuntes de la chica, ¡ay! el suspiro antecede al pasar del mosco que gira como un trompo, se suspende ante sus ojos, es tan, piensa él en la maravilla del mosco, como un vacío inmóvil de transaparencia agilísima sus alas, se distrae y la chica gira, lo observa al pasar, como a la nada, como al pasado que eran, se pierde su asombro entre los cuerpos inertes del aula, el mosco y las ventanas que ya prescinden del sol y la tarde, de nuevo pide el profesor por opiniones como ofrendas entre las cortinas que se sacuden, una suerte de alivio a las horas vencidas por el oscuro vicio de la noche, habrá tormenta, el mosco interrumpe su vuelo, se deja caer en el libro de texto, el joven lo mira entre el papel y la tinta, algún día, se dice: algún día.



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Estamos vivos y es lo unico que necesitamos para empezar. J.Leeds